viernes, 8 de mayo de 2020

Talleres

Universidad Industrial de Santander
Taller de Lenguaje I
Puno Ardila
Taller No. 6



Nombre: Fecha:
1. Lea y encierre los penseques (si los hay) en el siguiente texto. Luego diga por qué los considera errores.
María Teresa Herrán y muchos otros con ella me reclaman que en mi artículo de la semana pasada yo haya cometido una generalización que es injusta, al meter a todos los conservadores en el mismo saco.
Tienen razón y me disculpo con ella y los demás lectores. Así como la rabia deforma las facciones, también la indignación hace que a veces las palabras salgan precipitadas e imprecisas.
La ‘godarria’ de la que yo hablaba no incluye a todos los conservadores. Decir que todos ellos son hipócritas es tan tonto como decir que todos los liberales son promiscúos o pederastas. Algunos de los escritores que yo más admiro —Borges, Popper, Nicolás Gómez Dávila— fueron conservadores y para nada hipócritas. Entre un supuesto liberal autoritario, como Vargas Lleras, y un conservador demócrata como Juan Camilo Restrepo, no dudaría un instante en alinearme con este último.
Dicho esto, y retirando la indebida generalización que hice, específico contra quiénes estaba dirigida mi indignación cuando hablé de la ‘godarria’ renacida. Creí que era obvio: me refería a ex-ministros tan desagradables como Fernando Londoño Hoyos (un patriota condenado por desfalcos a la patria) o como ese otro que en los medios es conocido con el apodo de Uribito. De él puedo decir que ya un Rolex me resulta antipático, pero que el colmo de la antipatía se la merece un reloj de pésima calidad cuyo único mérito consiste en que por fuera se parece a un Rolex. Una burda réplica, una imitación, una mentira.
Yo hablaba era de este tipo de hipocresía: de simular lo que no sé es y disimular lo que se es. Y para que me entiendan les voy a contar la triste historia de un sacerdote muy godo que fue capellán del presidente Uribe cuando éste era gobernador de Antioquia. Como sabrán, a este pobre cura lo mataron la semana pasada en Medellín. Pasé por la catedral mientras le hacían la misa cantada. Lo más granado de la burguesía antioqueña —desde el embajador ante el Vaticano, hasta las matronas más ilustres de la montaña— acompañaron al padre en su último adiós. Y esto está bien.
En realidad, ninguna cosa de la vida privada de este sacerdote me parece mal: que se tiñera el pelo de rojo: allá él. Que su apartamento fuera como un museo de antiguedades preciadas: magnífico. Que en las limosnas pidiera billetes de 50 mil y rechazara los de mil: tiene razón, porque sus feligreses eran ricos. Que entrara por las noches muchachos a su casa para que mitigaran su celibato y su soledad: lo apruebo sin atenuantes, pues el sexo libre entre adultos está garantizado por la Constitución.
Lo que me molesta, lo que llamo ‘godarria’, lo que me parece una manifestación de insufrible hipocresía son dos cosas: por un lado, el tipo de sermones de acendrado moralismo tradicional (especialmente en materias sexuales, contra las parejas gays, por ejemplo), que eran tan celebrados por las señoras al hablar del famoso ex-capellán de Uribe. Y por otro lado, que no se puedan revelar, por temor al escándalo, las tristes circunstancias que llevaron al repudiable asesinato del padre.
Así como hay líos de faldas, me reveló en privado una autoridad local, también hay líos de bluyines. Cuando las prácticas homosexuales se ocultan como una vergüenza inconfesable, los adultos que las viven así están más expuestos que nadie al chantaje y al abuso. Ojo, me parece que un crimen pasional es igual de grave y de repugnante que un crimen político. No digo que él capellán se buscó su muerte por meterse con muchachos. Ojala capturen a los homicidas y pasen el resto de sus días en la cárcel. Lo que digo es que es triste que la ‘godarria’ (no los conservadores, no, sino aquellos que viven predicando la moral mientras practican lo que ellos mismos consideran inmoral) se sienta con derecho a sermonear de limpieza y a hablar del mugre ajeno, cuando viven sumergidos en boñiga de la cabeza a los pies. Nada mas.

2. ¿Qué plantea el autor del artículo anterior?




3. ¿Qué opina usted sobre lo que se asevera en el texto anterior?



4. En el texto aparece mucho la palabra ‘godarria’, ¿qué cree que signifique?





Universidad Industrial de Santander
(Sede Socorro)
Taller de Lenguaje
Puno Ardila
Taller No. 7

Nombre: Fecha:

1. Lea y encierre los errores (si los hay) en el siguiente texto.

La verdadera plaga planetaria somos nosotros, los seres humanos. Somos demasiados. Y cargamos con enfermedades y virus que van pasando a los animales domésticos (vivimos hacinados con ellos), en ellos mutan y luego nos los devuelven fortalecidos. Algunas personas son más resistentes: tosen dos veces, sienten un dolor de cabeza o de huesos pasajero, y el virus pasa. Otras se enferman en serio; otras se mueren. No podemos saber de cuáles somos: de los que se enferman y sobreviven, de los asintomáticos o de los que se mueren. Una lotería mortal, un dado de tres números apenas.
La gripe aviar es mucho más mortífera que la nueva influenza: cuando ha infectado a los humanos, ha sido terrible. En China se infectaron solamente 421 personas, de gripe aviar, y se murieron más de la mitad, 257: una mortalidad del 61%. Si esto pasara a nivel global, la catástrofe tendría dimensiones peores que una guerra nuclear. De un brochazo pasaríamos de tener siete mil millones de almitas a tres mil quinientas. El mundo entero tendría olor a muerte. Los colombianos, después de pocos meses seríamos 20 millones. Europa y Estados Unidos quedarían tan despoblados que ya no exigirían visa para ir allá. Y aquí no habría ya problemas de vivienda, sino problema de brazos para mover la máquina diaria de la producción y los servicios. Quién limpia el agua, quién recoge la basura, quién arregla las cañerías, quién ordeña las vacas y recolecta las papas de la tierra.
Durante milenios el ser humano estuvo expuesto a terribles pestilencias que diezmaban la población. En esas epidemias intervenían también los animales: las pulgas, las ratas, los murciélagos. La peste bubónica, la viruela, el cólera, la peste negra. Los libros que cuentan historias sobre estas terribles mortandades son de gran belleza, porque las tragedias avivan la sensibilidad: El Decamerón, algún cuento de Poe, poemas medievales, invitaciones a vivir el día antes de morir contagiados. El gran desarrollo de la medicina en el último siglo nos dio la ilusión de haber doblegado la enfermedad y las pestes. Pero los virus son listos, y mutan, y se fortalecen. Tienen el mismo programa genético nuestro: vive, reprodúcete, crece y multiplícate todo lo que puedas. Me imagino un escenario apocalíptico, con Ébola, Sars, sida, nuevas cepas de influenza, bacterias resistentes a todos los antibióticos. Habrá histeria colectiva, buscaremos culpables imaginarios: los judíos, los árabes, los ateos, los herejes, los negros. Será terrible y seremos menos. Pero se restablecerá de nuevo un equilibrio. Bajarán los mares, la contaminación, el calentamiento global deshará los pasos y habrá un escalofrío planetario, se escribirán grandes libros de dolor para relatar la muerte de tantas personas amadas. Es un destino humano: presenciar impotentes la muerte de los que queremos. No hemos sido capaces de controlar la población. El hacinamiento, la vida en común con los animales necesarios para alimentar tanta gente: ahí está el pecado y ahí estará el castigo. Los problemas que creamos, engendran ellos mismos la solución, así sea terrible.
Asistimos apenas a los primeros ensayos de lo que podría ser la gran tragedia planetaria: las pestes del siglo XXI. Tanto dolor, tantos cerebros muertos. Y no habrá un solo sitio donde poder esconderse para estar a salvo. Es triste, es trágico, tal vez sea inevitable. Los dioses miran lejanos e indiferentes. Que les recen los que creen en ellos. No servirá de nada.

2. ¿Cree que este artículo que acaba de leer puede resultar polémico para algunas personas? ¿Por qué?

3. ¿Qué título le pondría a este texto? Justifique su respuesta.

4. ¿Está de acuerdo con lo que plantea este artículo? ¿Por qué?

1 comentario:

Anónimo dijo...

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